- Si, eso supongo, creo que no pienso en él, sino en mi forma de vida, cuando pierdo a alguien, recuerdo a todos los que ya no están - y bebió un sorbo de su bebida.
Rakamantina era una hermosa gnomo que solía venir a beber a su taberna. Solía hablar de amor, y cuando cantaba o simplemente estaba en la barra hablando con él, la taberna tenía unas cuántas personas más que siempre.
No podía decir que fuera bella, después de todo, era una gnomo, ¡Que diría su madre! ¡Mirando a una gnomo! Sin embargo..., la profundidad de sus ojos azul oscuro, su cabello casi dorado de lo rubio y su piel color madera oscuro era tan inusitado el conjunto, que hacía que sus ojos siempre se posaran unos cuántos minutos en él, mientras ella estaba sumida en sus pensamientos.
Nunca pudo cobrarle lo que bebía, ella cantaba, atraía a la gente. Le hablaba del mundo, como si conociera todo. Nunca le había preguntado la edad, pero sabía que los de su raza vivían 300 años a veces, podría tener la edad de su abuela, y él, ¡mirándola fijamente todo este tiempo!
Limpió su cabeza de ideas raras. Creyó ver que al mismo tiempo, Rakamantina hacía lo mismo, le dedicó una media sonrisa, como agradecimiento y tal vez, dándole la razón por sus consejos. Cuando habló, el tabernero dedicó toda su atención a la vibración del aire entre ellos dos.
- ¿No siempre se gana no? - y otra media sonrisa - si me permites, voy a cantar un poco, creo que a la gente le gustará. Me gusta cantar acá, es una hermosa taberna, realmente - observó la taberna, la gente, muchos que la observaban mientras sacaba su instrumento y lo afinaba. Su rostro era tan transparente que se podía observar en él, para el que la conociera, cómo superaba el problema, cómo se daba cuenta que después de todo, lo que nos ocurre es sólo la aventura de vivir. La experiencia, y hay que seguir adelante con una nueva aventura.
Se paró en la barra (después de todo, era un gnomo y si quería que todos la vieran, no tenía opción). Le hizo un guiño cómplice al tabernero y entonó...